Artista Plástico

domingo, 20 de marzo de 2011

La vida baila un vals contra la muerte

El ocho de febrero de este año el Hospital Salvatierra, de la ciudad de la Paz cumplió ciento veinte años de su fundación y con ese motivo realizaron una serie de actividades en el edificio. Me invitaron a participar con una exposición de fotografías que, debo confesar no había realizado. Después de pensar cual sería un tema que a los médicos les interesaría decidí  que un espacio familiar a todos los médicos es el quirófano, y pedí permiso para tomar las fotos durante una operación. Ya podrán imaginar la cara de asombro que ponían, porque no podían imaginar que clase de fotografías tomaría para una exposición y mayor fue el asombro cuando vieron las fotos colgadas.


Presentación

En otros tiempos, en otras latitudes, la salud era un tema netamente espiritual. Luego, sobre todo a partir del Renacimiento y especialmente en la edad moderna, a pesar de o paradójicamente gracias a artistas-científicos como Leonardo Da Vinci, la ciencia tomó sus caminos y el arte otros. Debajo de esta dicotomía, no obstante, subsiste un hecho incontestable: la desnudez del hombre frente a su destino y sobre todo ante la enfermedad lo enfrentan una y mil veces con la noción de lo sagrado.

El cuerpo sigue siendo un templo en donde oramos, desde cualquier fe o descreimiento, por que resida la calma, la armonía; esa salud que los antiguos, pero también la medicina más avanzada, consideran reflejo de cuidadosos y precarios equilibrios no sólo físicos sino también y antes que todo,­ anímicos. Ánima: palabra latina que significa alma, esencia.

A su vez, la palabra quirófano se forma por las voces griegas kheir (mano) y phaino (mostrar), dando como resultado que el quirófano es el lugar donde se observa la intervención del médico en el paciente, con una finalidad que sólo puede ser redentora: la sanación, el combate contra el mal (en francés enfermedad se dice maladie) o la restauración del equilibrio: oscilación incesante entre la vida y la muerte.

Más allá de la gran calidad técnica de estas fotografías electrónicamente manipuladas (“cirujeadas”) y depuradas hasta un punto donde el acto quirúrgico en sí, la práctica médica, nos provoca inesperados efectos estéticos, la propuesta de Aníbal Angulo constituye una emotiva y justiciera resignificación-homenaje: el oficiante de la medicina es a su manera un artista, un artesano especializado en cuyas manos obra la capacidad y el deseo de producir sino la Belleza, ni la Verdad, el Bien (recordemos la identidad platónica y luego cristiana entre Verdad-Bien-Belleza, o el famoso poema de Keats: Belleza es Verdad, Verdad es Belleza; eso es todo lo que sé y todo lo que necesito saber

Leonardo Varela






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